El rigor de los estudios trae a mi hija al “trote”, como decimos en buen cubano, y por lógica, a mí también, pues solo ahora nos percatamos de cuánto les falta a nuestros estudiantes para tener hábitos correctos de estudio, es decir, con sistematicidad e investigación.
Aunque no dejo de reconocer que llegaron como una espina incrustada en la garganta, así de golpe y porrazo, sobre todo para quienes están en grados terminales, las transformaciones en la educación cubana pueden catalogarse como prodigiosas en bien del futuro del país.
La falta de hábitos a que hacía alusión es uno de los resultados de la anterior metodología en la educación, que dividió los grupos a solo 20 alumnos, sustituyó los profesores por la teleclases, condensó a los profesores en todas las asignaturas y eliminó los exámenes finales,...
Ahora las cosas son muy distintas, el rigor es totalmente superior, y la calidad es el medidor por excelencia.
Por ello, aunque estamos vueltos locos en casa, apoyando a María Caridad en la confección de los trabajos prácticos y en la preparación para las pruebas de ingreso a la Educación Superior, bato palmas.
También los cambios nos hacen pensar con más detenimientos en las carreras a elegir y en el orden para solicitarlas.
Esta etapa trae a mi mente cuando cursaba el duodécimo grado, y me debatía en la decisión de optar por Periodismo o por Medicina, decidéndome por esta última, para a los tres años, hacer el cambio para la que hoy ejerzo.
Oajalá el esfuerzo tenga un final feliz, y el sueño de ver a mi adorada hija con su uniforme de Ciencias Médicas se convierta en una realidad.
Espero, dentro de unos seis años, que sea ella quien se ocupe de mi dentadura.
lunes, 17 de octubre de 2011
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