miércoles, 5 de septiembre de 2012

CENTRO PARA DEAMBULANTES: Refugio de esperanza

El hombre de unos 70 años fija en la pareja una mirada triste y vacía, y continúa caminando sin rumbo, sin un lugar a donde regresar. Su mente teje, como sueños, los momentos en que quizás él paseó tomado de la mano con la mujer amada. Los pasos solo lo hacen avanzar hacia un punto indeterminado, mientras retumban en sus oídos las chanzas del grupo de muchachos que juega a la pelota debajo de Los Elevados, en Bayamo, provincia de Granma. Rechazados en ocasiones y olvidados en algunos casos por su familia, así se identifica al deambulante, persona que pese a cualquier trastorno o actitud, requiere respeto y comprensión y a quien debemos tratar como ser humano. Ellos son miembros de la sociedad que no comparten con los demás sus normas, modelos ni símbolos establecidos y andan por las calles a la deriva; sin duda, necesitan de la rehabilitación psicosocial. Este es un problema de salud, pero en Cuba se convierte en una cuestión social y aunque estadísticamente no resultan significativos, para una sociedad como la nuestra, que se precia de sus altos valores humanos, resulta insoslayable garantizar el nivel de atención adecuada. En el lenguaje popular se identifican como deambulantes no solo a personas que recorren las calles sin rumbo fijo, sino también a mendigos, vagabundos y alcohólicos, sin tener en cuenta que estos sustantivos denominan a otros segmentos de la población. Su origen es multicausal, depende de muchos factores que entrelazados desencadenan este tipo de reacción o respuesta. Entre ellos se distinguen incapacidad mental y física, la edad avanzada, la viudez, ausencia de hijos, dependencia del alcohol y trastornos psiquiátricos. El estado ayuda y promueve un tratamiento exitoso con el desarrollo de un plan individualizado en la atención y cuidado de las personas necesitadas, que les permite satisfacer sus necesidades básicas y médicas. PARAISO ENCONTRADO Son la paz y la frescura los sellos distintivos de una instalación que rodeada de árboles y con amplios patios, deviene sitio por excelencia de ternura y amor en la localidad de Mabay, municipio de Bayamo. Allí, 18 hombres que caminaban sin punto fijo por las calles del municipio de Bayamo, integran la gran familia del Centro de Deambulantes, atendidos con esmero por 22 trabajadores, enfermeras, celadores, custodios, auxiliares de limpieza y de cocina, cocineras, una asistente, la administradora y la rehabilitadora social y ocupacional. La creación hace tres años de este Centro no solo motivó la aceptación popular, sino que resultó la esperada solución a un problema con alta incidencia social. Iliana Escalona Echavarría, administradora desde entonces, exterioriza hoy su satisfacción por ser parte de ese colectivo y explica que cuentan con todos los recursos y abastecimientos necesarios para la atención a los pacientes, que incluye además de la alimentación requerida, el baño a quien lo precise, el afeitado diario, el chequeo de la salud periódicamente y un alto nivel de comprensión. Espaciosa y ventilada, la confortable institución muestra al visitantes y a sus moradores mucha higiene y orden, áreas de medicina verde, lavandería, televisor, refrigerador y amplias habitaciones. Enelvis Aguilera Ferrales, licenciada en Rehabilitación social y ocupacional, tiene a su cargo la realización de la actividad socialmente útil y la terapia ocupacional. “Disfruto cuanto hago –afirma- uno llega a encariñarse con los pacientes y a verlos como si fueran verdaderamente nuestra familia allegada. “Me toca evaluar cotidianamente la habilidad de cada uno de ellos en el desempeño, es decir, a través de la terapia ocupacional, y llevarlos al parque, a pasear por la comunidad y a museos, o convenir accioners culturales y de extensión de la biblioteca. “La terapia ocupacional incluye tareas laborales, de autoservicio, utilización del tiempo libre, actividades recreativas, deportivas, culturales y dinámicas con familiares.” Al interesarnos por el mecanismo utilizado para el ingreso de los pacientes, explica que se hace a través del área de salud. “Hasta hace poco tiempo era de otra manera, es decir, se les recogía en la calle y los traían para acá, pero ahora los trabajadores sociales del equipo de salud mental de cada área posee el control de las personas deambulantes, y en la medida de lo posible trabaja con ellos, y si no hay otra solución, los ingresa aquí, para su rehabilitación por un tiempo determinado y luego son reinsertados a la sociedad y al seno de la familia si la tienen, si no se le tramita su posible ingreso al Hogar de ancianos, si es adulto mayor. “Es sumamente difícil, llegan sin hábitos de conducta, algunos en una tenaz lucha contra el alcoholismo, y después no quieren irse de alta, pues algunos retoman su actuar y es preciso traerlos nuevamente. “En algunos casos la familia no se siente capacitada para asumir el cuidado de ellos, aunque sea su total responsabilidad, en eso también se trabaja, para convencerlos, prepararlos …, en fin ocupar el lugar que les toca.” En el largo proceso de rehabilitación e incorporación a la sociedad interviene un equipo multifactorial. La dinámica funcional está basada en actividades vinculadas con la mejoría de la calidad de vida de los deambulantes y a su adaptación a las normas sociales. EN BUSCA DEL CAMINO El doctor Ariel del Valle, al frente del Equipo provincial de Salud Mental valora de forma positiva la labor desplegada durante estos tres años por el referido Centro, y resalta igualmente el desempeño del colectivo del situado en Manzanillo para iguales fines. Expone que aunque solo existen esos dos en la provincia, lógicamente insuficientes, se aprecia una disminución de los casos de deambulantes en las calles, como resultado de un trabajo encaminado a tales efectos. Félix Quesada y Manuel Bazán, pacientes del Centro de Mabay, coinciden con la aseveración de Ariel. Félix, por ejemplo, cataloga de muy buena la atención, la alimentación, la higiene…, y hace público su agradecimiento por esta labor tan humana y sensible. “En mi caso –dice-, que no estoy enfermo, solo que perdí todo, la vivienda y mis cosas por azahares de la vida. Es sumamente duro estar en la calle, sin tener dónde ir. Aquí encontré una familia y todo cuanto me hace falta gratuitamente, eso solo es posible por la grandeza de la Revolución.” Manuel Bazán ya estuvo anteriormente siete meses y lleva ahora 30 días, es de Pompita. “Aquí me tienen en perfectas condiciones, lo mejor, recibo todo lo que necesito. Mi problema es con la bebida, cuando me da por darme los tragos me desaparezco de la casa, pues a mí no hay quien me pelee. Espero en esta ocasión resolver definitivamente.” Tuto es un hombre fornido, con un rostro noble y bonachón, propio de quienes tienen retraso mental, vive aquí desde hace tres años, pues de él se desconoce todo, hasta el nombre, por eso el chiqueo que cariñosamente le han puesto. No fue preciso que hablara palabra alguna, su expresió facial y su mirada exteriorizaron el sentimiento de gratitud. Ël y sus restantes compañeros nos dijeron adiós y en el movimiento de sus manos y la sonrisa a flor de labios se dibujó el mensaje: esta es la mejor manera para buscar y encontrar el camino.

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