miércoles, 15 de agosto de 2012

Agua que has de beber... hiérvela

Bendita agua, tan imprescindible para personas y animales, causa incluso de disputas entre vecinos y naciones, resulta un arma de doble filo para quien no la utilice debidamente. Según las estadísticas, alrededor del 80 por ciento de las enfermedades y más de una tercera parte de todas las muertes en los países en desarrollo están relacionadas con el agua, cada ocho segundos fallece un niño por esta causa y en un año más de cinco millones de personas dejan de existir por dolencias vinculadas con su consumo y la falta de higiene en el hogar. La diarrea, originada en un 30 por ciento de los casos provoca una grave deshidratación y malnutrición. La Organización Mundial para la Salud calcula que la morbilidad y mortalidad derivadas de las enfermedades más peligrosas asociadas al vital líquido se reduciría entre un 20 y un 80 por ciento garantizando su potabilidad y adecuada canalización. Los gérmenes que habitan en los ambientes acuáticos pueden provocar cólera, fiebre tifoidea, disenterís, poliomielitis, hepatitis y salmonelosis. Se transmiten al beber agua, comer pescado y marisco contaminados, bañarse, nadar o atravesar aguas infectadas. A la búsqueda de todos estos datos me motivó haber comprobar insitu cómo personas de nuestra provincia de Granma, afectadas recientemente por enfermedades diarreicas agudas y por el vibrio cholerai, se mantienen irresponsablemente en sus trece, como se dice en buen cubano, negados a hervir el agua para tomar, o a tratarla con el hipoclorito. Tal situación no es ni más ni menos que una garrafal irresponsabilidad y un total irrespeto consigo mismo y con sus semejantes, porque contaminarse es también una manera de propagar la bacteria. Esa manera de actuar, que la comprobamos en reciente visita a barrios de Manzanillo, como Flora y Nuevo Amanecer (por donde comenzó actual situación epidemiológica), pertenecientes al poli cuatro, es una muestra fehaciente de la falta de percepción del riesgo. Pero no son ellos los únicos, también lo hemos palpado en Bayamo, y estoy convencida es igualmente un nocivo hábito de granmenses de otros municipios. Duele que mientras los representantes del área de salud y las denominadas brigadistas sanitarias se desgastan en una encomiable lucha para velar por la salud de las familias y por contribuir a frenar a toda costa el brote de cólera, otros, los beneficiarios de esta historia, incumplan con la parte más importante de lo que les toca hacer. Para nadie es un secreto que la situación económica familiar es dura, recrudecida por el cobro del consumo eléctrico, elevado prácticamente a más del ciento por ciento por la mayor utilización de las hornillas, pero la valía de nuestra salud y de la vida amerita buscar alternativas, entre ellas la adquisición y utilización correcta del Hipoclorito de sodio. No podemos continuar “recostados” a las bondades del Sistema de Salud, sin poner todo de sí por apoyar cada medida adoptada para el bienestar del pueblo, a costa de una inversión económica mayúscula y de un esfuerzo supremo.

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