miércoles, 21 de diciembre de 2011
CAMPAÑA DE ALFABETIZACIÓN: Y llegó la luz de la enseñanza
Alguien dijo una vez que no hace falta mucho para empujar la vida, cuando el tesón necesario, como la fuerza, aparece.
Tal aseveración me remonta a un acontecimiento cuya dimensión y valía trascienden la historia para diseminarse hacia otras latitudes, un suceso ocurrido en Cuba en 1961, cuando el país emprendió la masiva Campaña de Alfabetización.
El Comandante en Jefe Fidel Castro, el 29 de agosto de 1960, en la graduación del primer contingente de Maestros Voluntarios, expresó: “El año que viene, vamos a librar la batalla contra el analfabetismo. El año que viene tenemos que establecernos una meta: liquidar el analfabetismo en nuestro país. ¿Cómo? Movilizando al pueblo”.
Poco tiempo después, en la ONU, afirmó: “Cuba será el primer país de América que, a la vuelta de algunos meses, puede decir que no tiene ni un solo analfabeto”.
El 31 de diciembre, en presencia de miles de maestros, el Máximo Líder de la Revolución reitera las dos grandes tareas a enfrentar por el pueblo unido: la Educación y la Defensa. A partir de ese momento comenzó la masiva cruzada para acabar la ignorancia, que tanto laceró el derecho del hombre a la cultura y a una vida más plena y digna.
Más de 700 mil cubanos aprendieron a leer y a escribir, lo cual nos situó entre las naciones libres de ese flagelo.
BELKIS
La adolescente inquieta no puede sustraerse a las últimas noticias escuchadas por la radio. Cerraba los ojos y se veía con la cartilla en las manos y ataviada con el uniforme gris.
Corrió a su casa y compartó sus sueños con Nina, su mamá. Tuvo suerte, encontró comprensión y apoyo, y con solo 13 años de edad ya era una más del inmenso grupo de alfabetizadores.
Belkis Fonseca Alarcón, jubilada de Educación, es aún una mujer vital y fuerte, sumamente laboriosa y entusiasta, que muestra una expresión de complacencia al rememorar esa etapa de su vida.
“Era casi una ña pero me enamoré de la idea de ser portadora del saber. Me ubicaron en la zona de Montes Verdes. Allí, en pleno campo, se llegaba en una guagua que le llamaban La Camella, imagínate.
“El principio fue duro, hechaba de menos, me parecía casi imposible ser capaz de enseñar a leer y a escribir.
“Me tocó la casa del campesino Juanito Salazar, y les impartía clases a él y su familia, siete en total, gente sencilla y noble, ansiosa por saber. Con ellos mantuve después, durante un largo tiempo una relación bonita y sincera.
“Fue verdaderamente bello, me sentí realizada, tanto que a partir de entonces descubrí mi verdadera vocación: ser educadora. Por eso me hice maestra voluntaria, fui fundadora de la brigada Frank País, estuve cinco años en la Sierra Maestra, bajé y continué como maestra en Bayamo hasta jubilarme en la escuela primaria Roberto Coco Peredo.
“Atesoro recuerdos conmovedores, sacrificios grandes, nombres como Matías, San Pablo de Yao, Minas de Frío, Topes de Collante... la entrega del carné como militante del Partido Comunista de Cuba y encontrar el amor, ese del que nacieron mis tres hijos: Victoria, Orlandito y Vivian.”
ORLANDO
Ya el lomerío sabía de sus andadas sobre el mulo de baja estatura, y los serranos estaban acostumbrados a ver pasar y escuchar el saludo del moreno alto y delgado que con tremenda seriedad, no obstante sus escasos 25 años, asumía su rol de maestro voluntario.
Orlando García Castro, oriundo de Bayamo, había incursionado en otros oficios, como planchador para contribuir al sustento familiar cuando la situación era durísima, pero sentía dentro de sí el bichito de la enseñanza, por eso se enroló sin pensarlo dos veces en el magisterio, y luego se sumó a la alfabetización.
“Trabajaba en una escuela primaria de Puerto Padre, provincia de Las Tunas -cuenta-, y ya como parte de la Campaña de Alfabetización me pidieron orientar metodológicamente a un grupo de alfabetizadores, en el cuartón Piedra Hueca, eso lo hacía por el día, y de noche, dedicaba mis esfuerzos a llevar de la mano a varios campesinos adultos hacia la lectura y la escritura.
“Resultaba engorroso, pues cumplía dos funciones, pero el ímpetu de la juventud y el convencimiento de lo importante de esa misión revolucionaria me insuflaba fuerzas, y te aseguro, no sentía cansancio, quería hacer más y más.
“El examen de los alfabetizados era una misiva dirigida a Fidel, no sabes cuánto disfruté con la lectura de aquellas cartas tan conmovedoras, agradecidas y patrióticas. Ese era el resultado de una de las más bellas labores de mi vida.
“Mantengo fresco el recuerdo de aquel desfile por la Plaza de la Revolución, mientras entonábamos el lema de Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer, efervescencia era mayúscula.
“Después de eso ya no pude safarme de ese camino y continué en Educación, como maestro primario, profesor de secundaria básica, de preuniversitario y de una escuela de capacitación del Ministerio de Trabajo, sumando cuatro décadas en total.
“Esa ha sido la gran prioridad de mi existencia, junto a mi gran amor, mis hijos, nietos y la militancia del Partido.”
MANOS ENTRELAZADAS
Tomados de la mano fuertemente, Belkis y Orlando transitaron senderos diversos, procrearon y tuvieron infinidad de hijos, esos que convertidos hoy en hombres y mujeres les saludan efusivamente en la calle llamándoles maestro.
Así, con sus manos entrelazadas siguieron el camino de la fidelidad a la Patria y dieron lo mejor de sí también a la Federación de Mujeres Cubanas y a los Comités de Defensa de la Revolución.
Ellos son parte de la vanguardia revolucionaria representada en los miles de brigadistas que enarbolaron las banderas de la enseñanza y llevaron a toda Cuba la luz de la esperanza, cuando el 22 de diciembre de 1961 se proclamó Territorio Libre de Analfabetismo.
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