Hoy el ajetreo matinal en la cocina fue poco antes de despuntar el Sol. Mientras preparaba la cafetera para el sabroso café mi mente volvió atrás muchos, muchos años, y me vi menuda de cuerpo, con el pelo largo y el uniforme azúl, entrando en mi querida escuela vocacional José Martí, de la hermana provincia de Holguín.
Disfruté por instantes nuevamente de esa experiencia bella dentro de un aula. Las voces de mis profesores se escucharon otra vez, hablando de Historia, Matemática, Español, Literatura.....
También retorné a la Universidad de Oriente, donde por espacio de cinco años recibí la preparación necesaria para hacer periodismo.
Al unísono pensé en mi adorado padre, ese que disfrutó junto a mí cada éxito escolar y refería con orgullo a sus amistades: "Mi hija es brillante en los estudios, es aplicada y llegará muy lejos", aunque a mí siempre me decía "puedes hacerlo mejor. No debemos conformarnos nunca, hay que esforzarse más..."
Este 5 de septiembre es de veras un día especial, no solo porque los recuerdos se agolpan, sino porque mi hija comienza una nueva etapa de su vida, que promete ser bastante tensa: el duodécimo grado.
Su voz, algo nerviosa por el inicio del curso escolar 2010-2011, esencial para su entrada a la Universidad, me saca del ensimismamiento:
- Ma, se está derramando el café.
La miro y entonces me veo multiplicada, siento que mis casi 52 años son de nuevo los 17, porque en ella se resumen mis gustos, necesidades, sueños y anhelos, mi María Caridad da continuidad a mi existencia.
lunes, 5 de septiembre de 2011
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