Elia Lorente es una mujerona, robusta, fuerte y a la vez sensible, de armas tomar, capaz de decidir con un paciente si está grave o peligra su vida, sin esperar la llegada del doctor.
Ataviada con el uniforme blanco y la cofia, que viste desde hace 39 años, su figura impone, por la rapidez, seguridad y destreza de su quehacer, a lo que se suma su estatura, por encima de la media de una fémina cubana.
Ya no es una jovencita, pero ahora, eso sí, es mejor enfermera, porque atesora una vasta experiencia en áreas de salud de Bayamo y en la hermanas República Bolivariana de Venezuela, donde permaneció por cuatro años.
Su pericia y el amor infinito que siente y demuestra por su profesión hacen que uno se enamore un poco de esa rama de la Salud, importantísima, por ser la que atiende directamente al paciente todo el tiempo.
Ella tiene en su haber la recuperación de tanta y tanta gente, que la memoria no puede guardar nombres, rostros o frases de agradecimiento, salvo excepciones.
Con mal disimulado orgullo afirma: “A mí me encanta trabajar en los cuerpos de guardia, con las urgencias, mantenerme alerta, porque ese sobresalto constante por salvar la vida de mis semejantes le da color a mis días. La enfermería es un arte, para estudiarla hay que tener mucha sensibilidad humana, los pacientes nos necesitan como personas dulces y atentas. Si volviera a nacer sería enfermera nuevamente”.
Como ven, está totalmente justificada mi admiración y respeto por Elia Lorente.
lunes, 22 de agosto de 2011
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