lunes, 29 de octubre de 2012
Para que la recuperación sea efectiva
Hay cosas, personas y sitios de la niñez que nunca olvidamos totalmente, a mí por ejemplo me sucede con un tío político que se llamaba Juan González.
Su recuerdo se aviva en mi memoria en esta época del año, cuando la temporada ciclónica (del primero de junio al 30 de noviembre) está en su etapa final, porque mi tío Juan se convirtió en la persona más infeliz del mundo el día 9 del onceno mes del año 1932, cuando como consecuencia de un huracán, en la comunidad de Santa Cruz del Sur, provincia de Camagüey, el nivel del mar subió más de seis metros de altura y penetró 28 kilómetros tierra adentro.
En aquel instante ese hombre bonachón y callado vio morir ahogados, sin poder hacer absolutamente nada, a su esposa e hijos, y quedó totalmente solo, hasta que años después, ya residiendo en Manzanillo contrajo segundas nupcias con mi tía Josefita.
Siempre que pienso en el asunto concluyo que hoy eso hubiese tenido un final muy diferente, pues un factor decisivo para la prevención de desastres naturales es la información, ya sea acerca del fenómeno y su comportamiento o sobre los conocimientos básicos para enfrentarlo.
Al igual que ese trágico suceso, engrosan en el país la lista de fenómenos que han causado estragos a la economía y pérdidas de vidas humanas, antes del triunfo de la Revolución, los huracanes de 1917, 1918, 1924 y 1944, y en la mayor parte de los casos las personas se enteraron de su presencia cuando sintieron sus embates, pues carecían de información y de preparación para enfrentarlos.
Gracias a los avances científico-técnicos, ahora es posible conocer sobre la formación, el desarrollo y la trayectoria de los eventos meteorológicos que amenazan la región del Caribe y los mares vecinos, lo cual posibilita amortiguar considerablemente sus efectos.
De igual manera se enseña a la población a preservar su salud en tales circunstancias, alertándoles sobre la importancia de mantener las medidas higiénico-sanitarias que eviten la ocurrencia o propagación de enfermedades.
La totalidad de los granmenses conoce ante ciclones o intensas lluvias la vulnerabilidad de los sistemas de abastecimiento de agua o de alcantarillado, pues las instalaciones pueden dañarse, las canalizaciones romperse o las operaciones interrumpirse por falta de electricidad.
Después de un desastre, el agua puede ser el producto más valioso, por ser esencial para mantener la vida, pero su calidad es imprescindible para evitar la extensión de dolencias como, diarreas, parasitosis y fiebre tifoidea.
Por estos días, cuando el devastador “Sandy” ya se alejó de nuestro territorio es preciso continuar con medidas como hervir el agua, utilizar la alternativa de tratarla con hipoclorito de sodio y almacenarla en recipientes en buen estado, limpios y con tapa, cuidando que su manipulación posterior solo se realice con una buena higiene personal y con utensilios no contaminados.
El impacto de los ciclones en las diferentes esferas de la vida de un país puede ser desastroso, pero la familia dentro de su comunidad debe contribuir en gran medida a hacer que la recuperación sea efectiva.
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