Hoy es un día triste para mí.La mente se remonta a hace 13 años atrás, cuando la injusticia se adueñó de las vidas de cinco hombres dignos, para convertilos en ejemplo, en faro y guía de toda la América nuestra.
Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González, cumplen largas condenas por alertar a los pueblos de Cuba y Estados Unidos de acciones terroristas fraguadas por elementos que viven en el sur de La Florida.
Ellos son nuestros hermanos, merecen justicia y la libertad al lado de los suyos. Son hombres que aman y son amados, escriben sus versos, multiplican verbos y suman certezas, esperanzas y convicciones a cada instante, aunque hayan sido obligados a permanecer más de 635 días en celdas de máximo aislamiento,
Arrestados en la madrugada del 12 de septiembre de 1998 durante un operativo del FBI en Miami, en el juicio que se les celebró allí altos oficiales del Pentágono reconocieron que ninguno de ellos accedió a informaciones que pusieran en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos.
Condenados en diciembre de 2001 luego de un proceso viciado celebrado en la ciudad de Miami, esos luchadores han permanecido durante más de una década en cinco distantes cárceles dentro de la geografía estadounidense, donde cumplen sentencias que van desde dos cadenas perpetuas hasta 15 años.
También se les ha privado de sus derechos, entre ellos el recibir la visita regular de sus familiares, en especial Gerardo y René, a cuyas esposas el gobierno norteamericano les ha negado continuamente la visa humanitaria para viajar a verlos.
Solo una palabra puede definir mi sentimiento actual al respecto: IMPOTENCIA.
lunes, 12 de septiembre de 2011
lunes, 5 de septiembre de 2011
Amanecer entre recuerdos
Hoy el ajetreo matinal en la cocina fue poco antes de despuntar el Sol. Mientras preparaba la cafetera para el sabroso café mi mente volvió atrás muchos, muchos años, y me vi menuda de cuerpo, con el pelo largo y el uniforme azúl, entrando en mi querida escuela vocacional José Martí, de la hermana provincia de Holguín.
Disfruté por instantes nuevamente de esa experiencia bella dentro de un aula. Las voces de mis profesores se escucharon otra vez, hablando de Historia, Matemática, Español, Literatura.....
También retorné a la Universidad de Oriente, donde por espacio de cinco años recibí la preparación necesaria para hacer periodismo.
Al unísono pensé en mi adorado padre, ese que disfrutó junto a mí cada éxito escolar y refería con orgullo a sus amistades: "Mi hija es brillante en los estudios, es aplicada y llegará muy lejos", aunque a mí siempre me decía "puedes hacerlo mejor. No debemos conformarnos nunca, hay que esforzarse más..."
Este 5 de septiembre es de veras un día especial, no solo porque los recuerdos se agolpan, sino porque mi hija comienza una nueva etapa de su vida, que promete ser bastante tensa: el duodécimo grado.
Su voz, algo nerviosa por el inicio del curso escolar 2010-2011, esencial para su entrada a la Universidad, me saca del ensimismamiento:
- Ma, se está derramando el café.
La miro y entonces me veo multiplicada, siento que mis casi 52 años son de nuevo los 17, porque en ella se resumen mis gustos, necesidades, sueños y anhelos, mi María Caridad da continuidad a mi existencia.
Disfruté por instantes nuevamente de esa experiencia bella dentro de un aula. Las voces de mis profesores se escucharon otra vez, hablando de Historia, Matemática, Español, Literatura.....
También retorné a la Universidad de Oriente, donde por espacio de cinco años recibí la preparación necesaria para hacer periodismo.
Al unísono pensé en mi adorado padre, ese que disfrutó junto a mí cada éxito escolar y refería con orgullo a sus amistades: "Mi hija es brillante en los estudios, es aplicada y llegará muy lejos", aunque a mí siempre me decía "puedes hacerlo mejor. No debemos conformarnos nunca, hay que esforzarse más..."
Este 5 de septiembre es de veras un día especial, no solo porque los recuerdos se agolpan, sino porque mi hija comienza una nueva etapa de su vida, que promete ser bastante tensa: el duodécimo grado.
Su voz, algo nerviosa por el inicio del curso escolar 2010-2011, esencial para su entrada a la Universidad, me saca del ensimismamiento:
- Ma, se está derramando el café.
La miro y entonces me veo multiplicada, siento que mis casi 52 años son de nuevo los 17, porque en ella se resumen mis gustos, necesidades, sueños y anhelos, mi María Caridad da continuidad a mi existencia.
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