Elia Lorente es una mujerona, robusta, fuerte y a la vez sensible, de armas tomar, capaz de decidir con un paciente si está grave o peligra su vida, sin esperar la llegada del doctor.
Ataviada con el uniforme blanco y la cofia, que viste desde hace 39 años, su figura impone, por la rapidez, seguridad y destreza de su quehacer, a lo que se suma su estatura, por encima de la media de una fémina cubana.
Ya no es una jovencita, pero ahora, eso sí, es mejor enfermera, porque atesora una vasta experiencia en áreas de salud de Bayamo y en la hermanas República Bolivariana de Venezuela, donde permaneció por cuatro años.
Su pericia y el amor infinito que siente y demuestra por su profesión hacen que uno se enamore un poco de esa rama de la Salud, importantísima, por ser la que atiende directamente al paciente todo el tiempo.
Ella tiene en su haber la recuperación de tanta y tanta gente, que la memoria no puede guardar nombres, rostros o frases de agradecimiento, salvo excepciones.
Con mal disimulado orgullo afirma: “A mí me encanta trabajar en los cuerpos de guardia, con las urgencias, mantenerme alerta, porque ese sobresalto constante por salvar la vida de mis semejantes le da color a mis días. La enfermería es un arte, para estudiarla hay que tener mucha sensibilidad humana, los pacientes nos necesitan como personas dulces y atentas. Si volviera a nacer sería enfermera nuevamente”.
Como ven, está totalmente justificada mi admiración y respeto por Elia Lorente.
lunes, 22 de agosto de 2011
jueves, 18 de agosto de 2011
Berlanga, tenacidad y talento
Había oído hablar tanto de él que ya necesitaba conocerlo, no solo por curiosidad, sino para ver de cerca a una persona tenaz y talentosa que inventó el único medicamento existente en el mundo para curar el pie diabético.
Además, supe que era bayamés y visité a sus ancianitos padres Ena Acosta Guerra y Mario Berlanga Palacios, de los cuales es su único hijo.
Por fin tuve la oportunidad, visitó nuestra querida ciudad por solo tres días y uno de sus acesores me llamó para darme la grata noticia: “El doctor la va a atender, puede comunicarse con él al siguiente número”.
Llegó el día de la entrevista, y ¿cuál no sería mi asombro?, se trataba nada más y nada menos que de Jorge Berlanga Acosta, mi compañero de secundaria básica y preuniversitario, el flaco de mandíbula larga, y parafraseo
profuso que no sabía bailar bien, pero sí era el bárbaro montando bicicleta, haciendo educación física y leyendo comuniocados en los actos.
Lo conocí hace muchísimos años en la ESBEC vocacional provisional Boris Luis Santa Coloma, del Plan viandero de Veguita, en el municipio de Yara, donde yo tambié estudiaba, posteriormente pasamos en la vocacional José Martí, de Holguín, y dejé de verlo cuando ingresó Medicina Veterinaria, aquí en Bayamo, en el entonces Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de Bayamo, hoy Universidad de Granma.
Para mi satisfacción es en estos momentos, desde septiembre de 1991, es jefe del área Biomédica en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, en La Habana. Con entusiasmo me explicó: ”En el último quinquenio de la década del 90 comenzamos en el grupo nuestro a trabajar la farmacología de la inyección del factor de crecimiento epidérmico, lo que da pie a las bases experimentales o hipotéticas del Heberprot-P, o sea, la esencia del tratamiento consiste en inyectar dentro de la úlcera, no es un medicamento para ser aplicado de manera superficial.
“El inyectar es el truco, es decir, la clave, previene la degradación y lo hace llegar a la célula que más receptores tiene para esa molécula, el mecanismos normal de cicatrización es de anterior a posterior, de medial a lateral y de fondo a superficie y nosotros depositamos el medicamento en el fondo y en los bordes de la herida.
“Comenzamos a desarrollar un grupo de experimentos, el primero dio a pie a la base circunstancial o hipotética del Herberprot-P, en el 95 comenzamos a buscar la restauración de nervios periféricos con la inyección de factor de crecimiento, y cortábamos el nervio ciático de las ratas, esa extremidad no tenía sensibilidad y la piel comenzaba a ulcerarse porque se pierde la reserva vasomotora, es el mismo tipo de úlcera que puede ocurrir en un paciente que haya sufrido una Poliomielitis, inyectábamos dentro de la patica con la idea de regenerar el nervio, pero además se prevenían los cambios tróficos asociados a la neuro isquemia.
“En marzo del año 2001 comenzamos con 29 pacientes con más del 90 por ciento de riesgo de perder extremidades, porque eran lesiones terminales, 11 de ellos habían perdido ya la pierna contralateral. Un total de 17 salieron caminando de la sala. Eso fue lo que llevó al viraje y a todo un intenso programa de trabajo. Ya en el 2003 el Centro va a un ensayo clínico, y el 17 de diciembre de 2008 concluyó la fase tres en toda Cuba, 150 pacientes y 20 hospitales.
“Eso fue un hito, el tratamiento demostró que aceleraba la cicatrización por encima de un 70 por ciento y reducía el riesgo de amputación de una manera colosal, fue la consagración del medicamento.”
De Berlanga me impactó ante todo su humildad, su modestia, ese don de a pesar de ser tan “grande”, continuar como el mismo ser humano de siempre, que mira a sus semajentes de frente y no por encima del hombro.
Me siento privilegiada, en primer lugar de haber sido su compañera de adolescencia, en segundo lugar de haber podido entrevistarlo y reencontrarlo, y en tercero, por compartir con él las raíces infantiles en la más bella ciudad del mundo, nuestro Bayamo.
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