Por María Valerino San Pedro
La carrera de Medicina ha devenido en los últimos tiempos una “moda muy usada” por jóvenes que desde su incursión por la Enseñanza Primaria se sueñan con la bata blanca y el estetoscopio.
En el plano personal no difiero, al contrario, me sumo a quienes ven en la especialidad una hermosa manera de retribuir amor y mejorar la calidad de vida de sus semejantes, proporcionándoles alivio a sus dolencias.
Ser doctor o doctora es eso, sí, pero también es mucho más, y precisamente en ese último aspecto está la médula del asunto.
En la actual provincia de Granma hay nombres de galenos que ya tienen asegurado su sitio en el “libro” de la ética y el decoro, porque además de cumplir con sus funciones profesionales, han sabido respetar, comprender, escuchar, abrir incluso la puerta de sus casas…., devenir “amigos” del paciente, y de eso justamente se trata. Pudieran enumerarse varios, pero es suficientemente elocuente citar solo estos ejemplos de épocas anteriores y actuales: Calafel (cardiólogo), Benítez Popa (pediatra), Pérez Profet (cirujano), Delia Salvet (ginecó-obstetra), María Julia (cirujana), Pelegrino (Radiólogo), Martha Elena (clínica) y Moreno (reumatólogo).
En torno a este tema me hizo pensar la anécdota de una mujer de mediana edad aquejada de picazón en la piel, que luego de acudir a su consultorio y esperar casi toda una jornada para ser atendida (por orden de llegada) se sintió totalmente insatisfecha, pues “la doctora ni siquiera me miró, preguntó en tono de evidente agotamiento los datos personales, los síntomas, y me entregó una receta para comprar el medicamento para la escabiosis”. Ese tipo de actuar no está generalizado, pero tampoco es único.
La sensibilidad debe ser una característica inherente de los médicos, quienes además, deben profesar valores humanos superiores, y todo ello se logra desde su formación, desde que aún no han definido totalmente el camino a seguir.
El médico integral cubano, formado en una sociedad socialista tiene amplias posibilidades de actualización en los conocimientos de la ciencia y de la técnica, y las virtudes de no causar daño, hacer bien al paciente y abstenerse de emplear su pericia en actos coercitivos.
Desde sus inicios la carrera educa en los principios morales de que el trabajo es un deber irrenunciable, evitar las enfermedades es más importante que curarlas, son los técnicos especializados con la máxima responsabilidad de la salud en Cuba, y la Medicina es un servicio público importante y no un medio de lucro personal.
Constituye un aspecto esencial en cada consulta mirar ante todo a los ojos del paciente y a partir de ahí, según el estado anímico que estos reflejen valorar la sintomatología y dedicarle mayor o menor tiempo, pues esa persona no es solo un ser biológico, lo es también espiritual y social, eso no puede obviarse nunca.
Quienes culminan, después de seis largos años de duro estudio la carrera, hacen el Juramento de Hipócrates, pero ¿saben en qué consiste?, ¿por qué resulta una tradición mundial?, ¿lo respetan y cumplen con él siempre?
El juramento hipocrático, un documento fundamental para la ética y deontología, sirve de base para otros juramentos y leyes similares que definen las buenas prácticas y morales médicas. Una de sus partes dice textualmente:
Mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas. Guardaré reserva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no será preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos.
Para que se entienda, Hipócrates fue el más famoso médico de la antigüedad, en Atenas ejerció y enseñó Medicina y su actuación durante una peste le valió el homenaje público. Su fama llegó a Persia y el Rey Artejerjes le invitó para combatir una epidemia a cambio de fabulosas riquezas, pero Hipócrates se negó a colaborar con los enemigos de su pueblo. Se dice que en su tumba las abejas construyeron una colmena con miel y cera curativas.
Por todo ello, considero acertados los cambios establecidos en el sistema de ingreso a la Universidad, con una rigurosidad superior para acceder a la especialidad de marras, a fin de que la cursen quienes verdaderamente la amen, logren una identidad profesional, se sientan orgullosos y comprometidos con ella, sólo así serán dignos émulos de Hipócrates y elevarán la condición humana.
jueves, 4 de febrero de 2010
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